CISNE DE CUELLO NEGRO





Cisne de Cuello Negro
Cygnus melancoryphus
En lengua Tehuelche: Kokn


Natural de América del Sur. Es muy grande, mide 80 cm. Es parecido al ganso, del cual se diferencia por la cabeza y el largo cuello negro, el resto es blanco.

Sobre el pico presenta una carúncula roja. Los juveniles presentan cabeza y cuello gris parduzco y el resto parduzco. Los polluelos son blancos.

Vive en ambientes de agua dulce.

Para los Tehuelches, los cisnes de cuello negro eran sagrados. Cuenta la leyenda que cuando Elal estaba en peligro de muerte en manos de su padre, un gigante, el cisne lo cargó sobre su lomo y lo llevó a tierra firme, a la cima del cerro Chaltén.

Fue también el cisne el que lo transportó cuando partió definitivamente.

Dicen los Tehuelches que el recuerdo del peso del héroe hace silbar al ave en vuelo.

Según la leyenda, partieron hacia el este, haciendo un alto cada vez que el cisne se cansaba, y en cada ocasión Elal sopló y una isla surgió del océano.

Fuente:
http://www.turismo.riogallegos.gov.ar/contenidos/fauna.htm

Imagen
conserva.cl
Mauricio López E.

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/03/elal-y-las-aves.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/elal-y-sus-inventos.html

EL CRISTO DE LA VEGA

Cristo de la Vega (Antigua Basílica de Santa Leocadia) a principios de siglo.
Foto hacia 1925 por Thomas


Había en Toledo dos amantes: Diego Martínez e Inés de Vargas. Habían mantenido relaciones prematrimoniales y ella, ante el conocimiento que de tal hecho tenía su padre, exige a su joven enamorado que reponga su honor contrayendo matrimonio. Él le contesta que debe partir para Flandes, pero que a su vuelta, dentro de un mes, la llevará a los altares.

Inés, no muy segura de las intenciones del mozo, le pide que se lo jure. Diego se resiste hasta que ella consigue llevarlo ante la imagen del Cristo de la Vega y que en voz alta y tocando sus pies jure que al volver de la guerra la desposará. “Pasó un día y otro día, un mes y otro mes y un año pasado había, mas de Flandes no volvía Diego, que a Flandes partió".

Mientras, Inés se marchitaba de tanto llorar, ahogándose en su desesperanza y desconsuelo, desesperando sin acabar de esperar, aguardando en vano la vuelta del galán. Todos los días rezaba ante el Cristo, testigo de su juramento, pidiendo la vuelta de Diego, pues en nadie más encontraba apoyo y consuelo.

Dos años pasaron y las guerras en Flandes acabaron; pero Diego no volvía. Sin embargo, Inés nunca desesperó, siempre aguardaba con fe y paciencia la vuelta de su amado para que le devolviera la honra que con él se había llevado. Todos los días acudía al Miradero en espera de ver aparecer al que a Flandes partió. Uno de esos días, después de haber pasado tres años, vio a lo lejos un tropel de hombres que se acercaba a las murallas de la ciudad y se encaminaba hacia la puerta del Cambrón. El corazón le palpitaba con fuerza a causa de la zozobra que la embargaba mientras se iba acercando a la puerta.

Al tiempo que a ella llegó, la atravesaba el grupo de jinetes. Un vuelco le dio el corazón cuando reconoció a Diego, pues él era el caballero que, acompañado de siete lanceros y diez peones, encabezaba el grupo. Dio un grito, en el que se mezclaba el dolor y la alegría, llamándole; pero el joven la rechazó aparentando no conocerla y, mientras ella caía desmayada, él, con palabras y gesto despectivos, dio espuelas a su caballo y se perdió por las estrechas y oscuras callejuelas de Toledo.

¿Qué había hecho cambiar a Diego Martínez? Posiblemente fuera su encumbramiento, pues de simple soldado, fue ascendido a capitán y a su vuelta el rey le nombró caballero y lo tomó a su servicio. El orgullo le había transformado y le había hecho olvidar su juramento de amor, negando en todas partes que él prometiera casamiento a esa mujer. "¡Tanto mudan a los hombres fortuna, poder y tiempo!».

Inés no cesaba de acudir ante Diego, unas veces con ruegos, otras con amenazas y muchas más con llanto; pero el corazón del joven capitán de lanceros era una dura piedra y continuamente la rechazaba. En su desesperación, sólo vio un camino para salir de la situación en que se encontraba, aunque podía ser un peligro, pues era dar a luz pública su conflicto y deshonor; pero en realidad las murmuraciones en la ciudad no cesaban y todo el mundo hablaba de su caso.

Tomada la decisión acudió al Gobernador de Toledo, que a la sazón lo era don Pedro Ruiz de Alarcón, y le pidió justicia. Después de escuchar sus quejas, el viejo dignatario le pidió algún testigo que corroborase su afirmación, mas ella ninguno tenía.

Don Pedro hizo acudir ante su tribunal a Diego Martínez y al preguntarle, éste negó haber jurado casamiento a Inés. Ella porfiaba y él negaba. No había testigos y nada podía hacer el gobernador. Era la palabra de uno contra la del otro.

En el momento en que Diego iba a marcharse con gesto altanero, satisfecho después de que don Pedro le diera permiso para ello, Inés pidió que lo detuvieran, pues recordaba tener un testigo. Cuando la joven dijo quién era ese testigo, todos quedaron paralizados por el asombro. El silencio se hizo profundo en el tribunal y, tras un momento de vacilación y de una breve consulta de don Pedro con los jueces que le acompañaban en la administración de justicia, decidió acudir al Cristo de la Vega a pedirle declaración.

Al caer el sol se acercaron todos a la vega donde se halla la ermita. Un confuso tropel de gente acompañaba al cortejo, pues la noticia del suceso se había extendido como la pólvora por la ciudad. Delante iban don Pedro Ruiz de Alarcón, don Iván de Vargas, su hija Inés, los escribanos, los corchetes, los guardias, monjes, hidalgos y el pueblo llano.

“Otra turba de curiosos en la vega aguarda", entre los que se encontraba Diego Martínez “en apostura bizarra". Entraron todos en el claustro, "encendieron ante el Cristo cuatro cirios y una lámpara" y se postraron de hinojos a rezar en voz baja.

A continuación un notario se adelantó hacia la imagen y teniendo a los dos jóvenes a ambos lados, en voz alta, después de leer "la acusación entablada” demandó a Jesucristo como testigo:

"¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés Diego Martínez por su mujer desposarla?" Tras unos instantes de expectación y silencio, el Cristo bajó su mano derecha, desclavándola del madero y poniéndola sobre los autos, abrió los labios y exclamó:

-Sí, juro». Ante este hecho prodigioso ambos jóvenes renunciaron a las vanidades de este mundo y entraron en sendos conventos.

José Zorrilla

Fuente:
http://sapiens.ya.com

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flickr.com

BENTEN Y EL REY SERPIENTE




(Mito japonés)

Prestad atención, porque esto es cierto:

Debajo de las aguas viven las criaturas serpiente. En su castillo de cristal y coral gobierna Ryu-wo, el rey dragón. Aunque su corona está decorada con un áspid, tiene un cuerpo humano. Es noble y sabio, guardián de la religión sintoísta. Sus seguidores son serpientes, peces y demás criaturas submarinas. Muchos de estos seguidores son gentes que han llegado por casualidad al caer al mar y han preferido permanecer en su corte, transformados.

En la costa japonesa del Pacífico, cerca de Kamakura, hay un gran templo similar al del rey dragón, que conmemora la unión de la diosa del amor Benten con un rey serpiente que residía en un estanque cerca de la playa de Enoshima.

Cuentan que este rey serpiente atacaba las aldeas y devoraba a sus pobladores en varios kilómetros a la redonda. Benten no soportaba observar tanta destrucción, por lo que provocó un terremoto que hizo salir de su guarida al rey serpiente.

A diferencia de Ryu-wo, él era horroroso y feo, con escamas y la lengua bífida de las serpientes. Benten se sintió profundamente asqueada, pero el rey serpiente le habló con palabras tan dulces, de tal modo que su corazón se rindió y se casó con él, haciéndole jurar que acabaría con su reinado de terror.

Solamente las palabras convencen a Benten, pues es la diosa de la elocuencia, además de la música. Siempre lleva su biwa, un instrumento de cuerda que recuerda a un laúd. A veces se aparece a los grandes músicos que tocan con ardor.

Benten viste largas túnicas de colores y una piedra preciosa en su corona. Se la venera en lugares hermosos a lo largo de la costa. Cuando se necesita dinero es a ella a quien se reza, ya que otorga riquezas a aquellos que elevan súplicas bien razonadas.

Fuente:
http://biblion-thekes.blogspot.com

LA MULA DE SATANÁS

Antigua Iglesia San Francisco


En aquellos lejanos tiempos en que la ciudad de Loja se enmarcaba entre las calles que posteriormente se llamaron Bernardo Valdivieso, al oriente; Sucre, al occidente; Lourdes, al sur; e Imbabura , al norte, ocurrió un extraño suceso que conmovió a sus recatados moradores y se convirtió en el obligado tema de conversación de todos lo hogares lojanos que, ajenos a otra clase de diversiones, por las noches se reunían entre familiares y amigos para comentar los sucesos del día y rememorar las historias del pasado.

Estas conversaciones nocturnas se realizaban a la débil luz de una lámpara de aceite en las mejores casa o de una vela de cebo en las más humildes y realmente se justificaban esas obligadas horas de ocio porque con tan mala iluminación no era posible otra cosa. En cambio aquella semi oscuridad se convertía en el ambiente propicio para el cuento, el chisme y muy especialmente para las leyendas de brujas, demonios y aparecidos, entre las que se cuenta aquella conocida con diversos nombres tales como "El Manto Guadalupano", "El Herrero Tilicas" y la "Mula de Satanás". Todos tres nombres guardan relación con una tradición que nos han contado nuestros antepasados y es como sigue.

Por el año 1766, cuando era Corregidor y Justicia mayor de Loja Don Manuel Daza y Fuminaya, vino a esta ciudad procedente de la ciudad de México, un joven y apuesto mancebo de origen español quien, ante la sorpresa de todos y especialmente de las jóvenes casamenteras y de las maliciosas beatas, ingresó al convento de San Francisco y vistió los hábitos con el nombre de Fray Bartolomé.

Pero el demonio no tardó en hacerlo caer en la tentación y ésta se le presentó en la forma de una bella y joven mujer cuyo origen no se conocía y vivía arrimada a una anciana a quien llamaba tía. Por su aire desenvuelto y su acento costeño, algunos decían que la joven era de Portovelo, otros citaban a Macará o Zapotillo como su lugar de origen, pero lo cierto era que su belleza y la esbeltez de su cuerpo eran evidentes.

Fray Bartolomé se volvió loco por ella y muchas noches pasó desvelado pensando en la forma de escaparse del convento por las noches sin tener que saltar por las ventanas y las murallas como lo hiciera el famoso Padre Almeida en Quito.

En una fría mañana en que desde muy temprano el monje se paseaba por los corredores del Convento pues no había podido dormir y se aburría dándose vueltas en el duro lecho, vio entrar al herrero que la gente le apodaba "Tilicas" y que él aceptaba de buen grado cual si fuera su propio nombre.

El herrero Tilicas era un buen hombre de aproximadamente de 60 años de edad y, además de los servicios que prestaba en su propio oficio, realizaba la limpieza del jardín del Convento generalmente desde las cinco y media hasta las siete y media de la mañana, hora en la cual tomaba el frugal desayuno que le obsequiaban los legos de San Francisco y antes de las ocho ya estaba en su taller para atender a la escasa clientela que lo visitaba.

La limpieza del jardín la hacía el herrero Tilicas más por devoción que por interés, pues no recibía más pago que el desayuno, y como el padre Superior lo consideraba hombre de absoluta confianza le había dado una llave de la pequeña puerta del Convento por donde todos los días se repartía la comida a los pobres, a fin de que sacara una copia en su taller y pudiera entrar libremente a temprana hora de la mañana cuando aún no se habría la portería y los legos estaban ocupados en los menesteres de la iglesia.

Al ver entrar al herrero por esa puerta que quedaba al extremo norte de la calle Bolívar, casi formando esquina con la Imbabura, al monje se le abrieron los ojos y el entendimiento ante la posibilidad que rápidamente pudo vislumbrar. Disimuladamente se acercó al herrero y éste lo saludó:

Buenos días, Padre

Buenos días le contestó el religioso y enseguida preguntó:

¿Por qué viene al Convento tan de madrugada...?

Siempre vengo a esta misma hora porque a las siete y media ya tengo que "alzarme" y con la limpieza del jardín nunca hay tiempo de sobra.

Sí, claro, así es. Pero dígame: ¿Cómo pudo entrar por esa puerta...?

¡Ah! dijo con orgullo el herrero El Padre Superior me dio la llave de la puerta de los pobres para que yo hiciera una copia en mi taller y pudiera entrar de madrugada. Pero con el miedo de que pudiera perderse, hice dos y me salieron como anillo al dedo... La una la ando a llevar y la otra la guardo para cuando se me vaya a ofrecer.

Qué hábil y previsto es usted. Ya iré a su taller para pedirle que me haga unos pequeños trabajos que necesito.

Cuando Vuestra Reverencia lo desee. Estoy a sus órdenes.

Después de esta breve conversación, el religioso se fue a la sacristía y el herrero e improvisado jardinero prosiguió su camino.

Desde aquel día Fray Bartolomé se convirtió en un asiduo visitante del herrero Tilicas, quien tenía su taller en una tienda negra como el carbón que utilizaba para la fragua y que estaba situada en la calle que hoy se llama Imbabura, entre Bolívar y Sucre, a pocos pasos de la esquina trasera del Convento de San Francisco, en donde se encontraba la puerta de los pobres.

Para las primeras visitas del religiosos al herrero hubieron pequeños pretextos de una u otra cosa que el primero deseaba que hiciera el segundo.

Pero luego progresó tanto la amistad que ya no hubo necesidad de pretextos para que el monje llegara donde el herrero, ya sea al taller cuando estaba trabajando, o a la tienda contigua en donde tenía su vivienda, cuando eran horas de descanso.

Así llegó en día en que el fraile fue directamente al fondo del meollo, de esta manera.

Oye Tilicas: cierta vez me dijiste que habías hecho dos copias de la llave para entrar al Convento por la puerta de los pobres.

Si, es verdad y me resultaron perfectas. Entonces… ¿por qué no me das una para no tener que dar la vuelta por la portería y venir a visitarte con más frecuencia…?

¡Claro! ¿Por qué no voy a dársela si Vuestra Reverencia es uno de los dueños del Convento…? Déjeme buscarla y se la traigo enseguida.

Largos se le hicieron los minutos que tuvo que esperar hasta que regresara el herrero y casi no respiraba ni tragaba saliva como si ello pudiera estorbar para que Tilicas le trajera la llave que le abriría las puertas de la gloria terrena.

Pero no fue larga la espera porque el herrero sabía donde guardaba hasta el último clavo de su taller.

¡Aquí la tiene! le dijo al fraile, entregándole la llave.

¡Gracias! contestó el religioso escondiendo la emoción que aquello le causaba, y de regreso al convento convulsivamente apretaba contra su pecho la que era para él la llave del paraíso terrenal.

Desde entonces menudearon las visitas nocturnas de Fray Bartolomé a la hermosa joven que vivía a pocos metros del convento en una tienducha de mala muerte, al frente de la cual su propietaria expendía unos pocos víveres y tras del bastidor tenía su vivienda, típico modus vivendi de la gente del pueblo urbano. Pero la tienda tenía también un pequeño altillo o "mezanine" que anteriormente le servía a su dueña como sala de recibo, pero desde que llegó su sobrina se la cedió para que se instalara allí y como la grada o escalera empezaba justamente junto a al puerta de la tienda, por las noches la joven le quitaba la aldaba y el furtivo visitante llegaba directamente al entrepiso sin ser visto ni escuchado por la vieja que dormía a pierna suelta en la recámara de la tienda.

Casi un año duró el idilio de los dos amantes sin que nadie se percatara de lo que acontecía debido a la facilidad con que el fraile entraba y salía del Convento a altas horas de la noche sin ser visto por nadie debido a la cercanía del lugar de las citas. Y la pasión que se había encendido en el pecho de ambos se encontraba en su punto culminante cuando repentinamente un día la joven cayó gravemente enferma.

Vanos fueron todos los intentos que se hicieron para salvarle la vida.

La hermosa joven que fue el encanto y la admiración de tantos hombres y que especialmente a uno lo llevó al camino del pecado y de la perdición, definitivamente sucumbió a la muerte en un horrible día de invierno.

Trémulo de dolor Fray Bartolomé la acompañó en los momentos supremos de la muerte fingiendo ser un simple sacerdote que obraba en cumplimiento de su deber cuando en realidad desgarraba su corazón al ver extinguirse la vida de su amada. Cuando ella expiró y luego de que las vecinas la amortajaron con una blanca túnica en señal de que había muerto sin casarse, el mismo religioso colocó sobre sus hombros un hermoso paño guadalupano que había encargado a México y que le llegara justamente el día en que murió su bella amante. Luego clavaron la caja mortuoria y a la mañana siguiente la llevaron al cementerio y le dieron cristiana sepultura.

¡Tilicas ábreme la puerta!

¡Tilicas! ¿Que no me oyes que me abras la puerta?

Por las barbas de Satanás, Tilicas, ábreme la puerta.

Era un anoche horrible de relámpagos y truenos con una lluvia pertinaz que caía a chorros y el frío calaba hasta los huesos.

Malhumorado, Tilicas abrió la puerta contigua a la herrería y preguntó.

¿Quién diablos se atreve a importunar así a estas horas de la noche…?

Soy yo, Tilicas, necesito que me des herrando esta mula.

¿A estas horas y con este temporal…? ¡Estás loco!

Mira Tilicas: te voy a pagar bien y además no me voy a mover de aquí hasta que no me saques de este apuro.

Viendo la imposibilidad de resistir y también con el deseo de que pronto desaparezca de su vista ese hombre extraño a quien no recordaba haberlo conocido y que le infundía temor por su tez morena, su alto cuerpo embozado en una capa negra y su dentadura que parecía toda de oro y que brillaba en la obscuridad de la noche bajo el ala de su sombrero también de color negro, al fin le dijo:

Bueno, veamos lo que se puede hacer.

Mas al acercarse a la mula que no había estado quieta un solo momento, también le inspiró cierto temor y repugnancia que le obligaron a exclamar:

No puedo, la mula es chúcara y no tengo quien me ayude.

Yo te ayudo, Tilicas. No te preocupes. Ve a traer tu herramienta y aquí te sujeto la mula de modo que no se mueva.

Fue Tilicas a la herrería y trajo lo necesario para herrar a la mula, pero cuando le hundió el primer clavo en la pata del animal, al herrero le pareció escuchar como un lastimero quejido.

Como que se queja esta mula del diantre dijo asustado Tilicas.

¡Nada de que se queja ni qué ocho cuartos! replicó airado el extraño jinete, de modo que Tilicas apuró su trabajo y terminó lo antes posible.

Entonces el hombre de la capa negra le tiró una bolsa de cuero y le dijo:

Eso vale más que oro. Ve mañana donde tú amigo Fray Bartolomé y dile que por eso te dé el dinero que quieras.

Dicho lo cual montó su mula y partió a todo galope sacando chispas de las piedras de la calle y dejando en el ambiente un fuerte olor a azufre.

No bien amaneció fue el herrero donde Fray Bartolomé llevando el misterioso encargo y cuando el religioso abrió la bolsa de cuero y de allí sacó al paño guadalupano con que había amortajado a su amante, sufrió una impresión que casi lo mata.

A los pocos días pidió a sus superiores que lo trasladasen a un severo monasterio de Lima en donde vivió haciendo penitencia hasta su muerte.

Fuente:
Loja de Ayer; Relatos, Cuentos y Tradiciones de Teresa Mora de Valdivieso
Loja, Ecuador
http://www.vivaloja.com/content/view/244/54/
Imagen
flickr.com

LOS ALUXES


Duendes de la tierra

En un tiempo muy remoto, cuando el sol todavía no calentaba la tierra, los aluxes amontonaban enormes piedras con sólo silbar, de esa manera, en un abrir y cerrar de ojos levantaron los grandes monumentos de las ciudades mayas; por eso, aunque imperceptibles, miles de años después aún cuidan con recelo sus dominios.

Palabras más, palabras menos, los mayas de hoy cuentan que así fueron edificados los ejemplos más excelsos de su arquitectura: El Adivino de Uxmal, El Templo de Kukulcan en Chichén Itzá, El Templo de las Siete Muñecas en Dzibilchaltún, y tantos otros que asombran a propios y extraños.

El aluxe tiene una función primordial como cuidador de milpas, un ser que cobra vida gracias a los trabajos de un jmeen o brujo.

Para los mayas actuales, la primera humanidad estuvo constituida por enanos que fueron destruidos por un diluvio. La creencia es que la humanidad está ahora en su cuarto ciclo y que la raza primitiva de Yucatán fue de pequeños hombres sabios que construyeron las grandes urbes, de las que ahora únicamente quedan ruinas como testimonio.

Con presteza, los aluxes laboraban en la oscuridad debido a que el astro rey todavía no aparecía en el firmamento, cuando esto sucedió, según otra versión, los pequeños seres se convirtieron en piedra.

Cierto o falso, el hecho es que los aluxes se consideran moradores de las zonas arqueológicas, e incluso, son ellos quienes deben conceder el permiso a los arqueólogos y sus equipos de trabajo para realizar excavaciones en estos lugares. Es por eso que antes de iniciar temporadas de campo, se lleva a cabo algún tipo de ceremonia.

Un jmeen o brujo es el intermediario para dar vida a un aluxe en respuesta a la solicitud expresa de un campesino o dueño de terreno en general, a fin de que el aluxe le ayude a vigilar, ya sea una finca, quinta, monte, milpa o henequenal.

La representación de un aluxe suele ser una figura de entre 5 y 20 centímetros de altura, hecha de barro, cera, madera, tela u hoja de elote, sobre la que se derraman nueve gotas de sangre del dedo del campesino que quiere convertirse en su amo.

En una parte recóndita del monte o del sembradío, el jmeen es el encargado de la hechura del aluxe, que también se denomina arux, aluxo’ob o alux k’at.

Los ojos, las uñas y los dientes son simulados con semillas de frijol, mientras el vestido es de hoja de maíz, aunque la figura también puede ir desnuda. Después, el jmeen prende algunas velas y presenta el aluxe al sol y al dios de la lluvia, acto seguido le vierte algunas gotas de sangre y le sopla en su parte posterior, para luego pronunciar el nombre del amo.

El aluxe cuenta con ánima y está en posesión de su dueño, se dedicará a espantar a los ladrones de los productos de la tierra, con silbidos y pedradas. Así mismo, atacará y castigará a quienes cometen actos indebidos en el terreno agrícola, lo cual incluye enfermedades.

Es en este punto en el que la propiedad de un aluxe puede resultar contraproducente, pues si el beneficiario de sus servicios se olvida de su manutención o de respetar sus días de descanso, el mal caerá sobre él.

Un aluxe suele trabajar por la tarde, cuando su amo ya se ha retirado de la milpa. Se aparece con sombrero y escopeta en mano, además de ir acompañado de un perro; según la creencia de los lugareños descansa martes y viernes, días que aprovecha para tomar saka o atole de maíz que le dejan sus dueños.

Los mayas de la península de Yucatán piensan que el aluxe es un ser conciente, capaz de cumplir promesas al milpero, pero también de castigar a los incumplidos y a los transgresores.

Cuando la relación entre el campesino y el aluxe debe terminar en vista de alguna enfermedad, término de la milpa, cambio del dueño del terreno o descontento de su amo por alguna travesura del “duende”, es prudente recurrir de nuevo al jmeen para que éste le explique al aluxe las causas por las cuales se prescinde de sus servicios.

Se cree que un aluxe es un enviado de la divinidad cristiana, sin embargo, con menor frecuencia algunos consideran que es un aliado del diablo. Y si bien con su ayuda habrá siete años de prosperidad agrícola, al término de ese lapso puede ‘llevarse’ a su amo, así que no es de fiar.

Como todo mito, el aluxe no muere, sólo vuelve a su lugar de origen: monte, gruta, cenote, ruinas… allí, si alguien permanece atento en medio de la noche, podrá escuchar los sigilosos pasos de estos seres que aparecieron en el inicio de los tiempos.

Publicado por Gabriel Verduzco-Argüelles en Reacciones.

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exposophia.com

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/07/aluxes.html

Jackie Lee – The Duck

Jackie Lee también conocido con su nombre real Earl Nelson que alcanzo un top 40 con su melodía “The Duck” en 1965. Y aunque jamás llego a otro éxito en los oídos de de la época este lp está cargado de un agradable northern soul.

1. The Duck

2. Hully Gully

3. The Shotgun And The Duck

4. Do The Temptation Walk

5. The Neighborhood

6. Land Of 1000 Dances

7. The Duck - Part II

8. Dancin' In The Street

9. The Bounce

10. Do You Love Me

11. Everybody Jerk

12. Harlem Shuffle

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MUSICA MAPUCHE-Pewen sagrado pewen-1er lugar Festival La Union 2000



Canción mapuche de CECIL GONZALEZ ganadora del Primer Festival Nacional de La Union, interpretada por Susana Abgélica y Los Peñis. PEWÉN SAGRADO PEWÉN
Letra y Música: Cecil Gonzalez


En la inapire mapu, Wenumapu te creó,
pa alimentar al pewenche, que por ti un día nació.
Allí estás madre araucaria, nuestro sagrado pewén,
bella, altiva, milenaria, como mi Dios Ngenechén.
Pewén, pewén.

A mi pueblo das la vida, fósil viviente ejemplar,
y en la más alta mawida nos das esperanza y paz.
Compañera indisoluble, con mis peñis noble y leal,
eres savia del pewenche, que por siglos te va a honrar.
Pewén, pewén.

Estribillo:
Pewén sagrado pewén
del pewenche el aliwen.
Grande como Ngenechén.

A la entrada del otoño hay que irse a cosechar
pues los menu ya están listos pa bajarlos con aupal,
habrá que hacer una ruca pa pasar la temporá,
irán con sus pichi wentru, que también van a ayudar.
Pewén,pewén.

Después de largas semanas ya están listos pa bajar
con sus carretas cargadas de piñones pal hogar;
tendrán para hacer su harina, sus catutos y su muday;
y habrá que esperar otro año pa volver a cosechar.
Pewén, Pewén.

Estribillo: Pewén sagrado...

GLOSARIO:

Inapire Mapu: Precordillera, hábitat de la araucaria.
Wenumapu: Creador de la tierra
Pewenche: Gente del pewen
Pewen: Araucaria
Mawida: Area boscosa cordillerana
Aliwen: El gran árbol
Menu: Cabezas que contienen el piñón
Aupal: Garrochas para coschar piñones
Pichi wentru: Niños pewenches
Piñón: Fruto de la araucaria. Gran fuente proteica.
Catuto: Masa de piñón cocido
Muday: Bebida de piñón fermentado.



ÁRBOLES SAGRADOS
PILLÁN MAMUL MO

Allá en el principio de los tiempos, cuando los hombres peleaban su lugar y su predominio sobre las otras criaturas en su mundo recién salido de las manos sagradas de futa chao, el Dios Padre resolvió darles un guía... Ese guía saldría de ellos mismos, sería llamado Chamán y encaminaría su pueblo por la vida…

La antigua historia no se detiene, y cuenta también el viaje al más allá del "elegido". Así sabemos del vuelo mágico hacia el Centro del Mundo, donde hunde sus raíces el legendario Árbol Cósmico. Allí el que será chamán deberá subir los tapty (peldaños del árbol chamánico) y se detendrá para venerar en su camino a la Luna y Sol...y también dormirá un largo sueño en sus ramas, como huevo empollando por el Ave sagrada, hasta que esté formado y listo para la misión Divina.

Muchas culturas del Tierra hablan del Árbol Divino. ¿Una misteriosa coincidencia más?... Lo diferente es la especie, aunque se mantiene la constante sagrada.
Entre los yakutes es un abeto gigante, en cambio una hermosa leyenda urankhaia, la de los trágicos amores de bo-khan, el primer chamán, y una doncella celeste, cuenta que el fruto del amor humano- divino fué un niño que su madre despechada abandonó bajo un árbol para que éste lo nutriera con su savia. Ese árbol era un álamo, y de él se dice que desciende la raza de los chamanes...

Seguramente este sea el origen del porqué el chamán asiático sube los siete peldaños simbólicos en un altar hecho con madera de álamo...

Sin embargo entre los Araucanos y Mapuches de la Patagonia el árbol sagrado por excelencia es el folle o canelo, en el que cuentan se siente Nguenechen, el dios de las raza indígena...

Los indios respetuosos del mito milenario saben que bajo su sombra no se puede mentir o hacer promesas vanas... porque la amenaza de castigo es terrible para el transgresor, y también han aprendido que con el run run (giro en círculos), y una varita de canelo anuda un hilo se ahuyenta a huecuvú, el maligno.

Más todavía: en el sur de Chile el cultrún propiciador y también el rehue (o altar ceremonial), con sus siete escalones por donde sube la machi, están hechos con las madera del canelo sagrado para que la hechicera logre el máximo de inspiración divina.

Los mapuches de la argentina austral, en cambio, quizás porque el canelo allí no es especie arbórea sino arbustiva, lo han desplazado como madera para el altar de las ceremonia; en su lugar emplean doce cañas de colihue, que sólo por esta razón adquieren un toque mágico… el que se extiende inclusive a las cañas cuando llevan en alto las banderas de cada lonco (tribu) en las fiestas rituales.

Dicen que en la flora austral cada especie tiene un espíritu guardián que reside en ella y la protege… Por eso el aborigen, antes de cortar la más pequeña rama o recoger un fruto, deberá pedir permiso a su invisible "señor".

Los dueños de los árboles más venerados y propiciados con ofrendas materiales son los del canelo, del maitén, del boldo, y… del pehuén. Cada uno tiene su rango divino, y el aura mítica lo envuelve a los ojos azorados del indígena…

Su antigua creencia le explica que el Dios vive en el maitén, y que por eso su porte elegante y su follaje brillante. Al mismo tiempo se siente protegido por él… sino ¿cómo abría, sin el maitén, para contrarrestar los efectos de las plantas demoníacas o malignas?

La tradición le ha enseñado que el sagrado boldo es una del las apariencias del Am o "alma externada" de los que han ido poco tiempo, y por eso los respeta y cuida… Si el árbol crece sano y en abundancia: ¿qué mejor garantía para la abundancia en las cosechas y en los ganados? Es más, la leyenda afirma que quien consuma su fruto vivirá larga vida, sobre todo si recoge el medio de una noche obscura y tormentosa… Eso sí: luego de permiso al "dueño" y de obsequiarlo con el consabido tributo.

El pehuén, en especial, recibe el cariño y la veneración de los antiguos habitantes del sur, sobre todo en Neuquén. Lo sienten tan profundamente propio que lo han elegido como un emblema, y se llaman así mismo los "pehuenches". E incluso como los hijos suyos buscan para el casamiento la bendición del mítico pehuén, la que les asegurará una unión buena y fecunda. Y es forma que lo consigue… si el primer encuentro ente los esposos se realizan bajo las ramas protectoras de la especie sagrada.

Entre todos los pehuénes el Picún Chao del cajón del manzano es el pino santo por excelencia… ¿Cómo no homenajearlo y congregarse en trono a él si el milagro lo ha marcado visiblemente? Es que una tormenta perdida en el tiempo del Hachadel temible Pillán araucano, el rayo lo abatió… pero resurgió de sus cenizas en un retoño vigoroso, símbolo del triunfo de la vida sobre la muerte. Por eso, en las festividades principales, promesantes de distintos puntos de la Patagonia peregrinan hasta el Picún Chao y no le dejan su ofrenda incompleto silencio, respetuosos del portento de este misterio de la naturaleza.

En la memoria colectiva de las comunidades aborígenes vive el recuerdo de las sacralidad del coíhue, o el alerce… o del seco y retorcido algarrobo del gualicho. Muchos ya han olvidado los porqué o las causas primera del mito, pero de generación en generación los patagonienses han cuidado celosamente la preservación del culto a los árboles y su presencia mágica.

Para el blanco una planta es… una planta. De ella podrá obtener utilidades varias, pero seguirá siendo sólo un vegetal. Para el indio, en cambio, una planta es vida espiritual también, y le reconocen no sólo usos sino sobre todo virtudes. Por eso hablarán de plantas divinas, diabólicas o mágicas... y con cada una trabarán relaciones especiales.

Los viejos muy viejos han enseñado a los jóvenes a distinguir a las plantas diabólicas como el litre y el latué en Chile, o el parasitario quintral, el que busca el trueno, en las laderas y largos cordilleranos de la argentina austral. A ellas le quemarán como leña para extirpar al demonio, pero se persignarán al tocarla, y escaparán del humo maléfico que suele traer erupciones y conjuntivitis a los incautos. Y si solamente pasarán a su lado durante un viaje si no deberán olvidar el conjuro: "-yo soy el litre y tú Juan (dice el indio Juan)" de modo que el árbol se equivoque y descargue su veneno sobre sí mismo. Claro que otras culturas de la región son más expeditivas: prefieren el método directo del azote… y castigan al maligno con las ramas divinas del maqui, del natre o del maitén.

Verdaderos especialistas en plantas mágicas son los dunguves, los adivinos y curanderos del amor, los que dominan los secretos estimulantes, propiciadores y afrodisíacos del pailahua, el llaquén o paramel, el mellico lahuén... y otras plantas hueñan hue para el deseo. ¿Cómo no recurrir al pailahue si se quiere recuperar el amor del hombre infiel? ¿O al nüume lahuén para obtener el amor? ¿O al latué que debita o a nula la personalidad… con cuidado en no excederse en las dósis por que la muerte puede llevarse a la persona deseada?

El conocimiento del reino vegetal no puede descuidar los usos y peligros de plantas venenosas de probada eficacia como los hongos, el pichoga, el chamico y el colliguay, aprenden la historia de caiquenito distraído, el que se quedó, en las tierras templadas del norte cuando su tribu retornaba a los pagos sureños. Dicen que su madre lo fué a buscar y lo entregó a un genio de la naturaleza para que le diera el correctivo más eficaz… Y el indiecito se convirtió en calafate, la planta del fruto penitente que si se come atrae irresistiblemente al sur.

Y así coinciden la leyenda del origen de la violeta amarilla o pilún dewu, la creación del Gran Pillán araucano, que empezó con el otro viviente bello y resistente de esta flores, el otro oro mineral que ambicionaba para su ruca divina y que tan generosamente le entegará Lil, el rico sin alegría…

O la leyenda de la ñaculahuén, la hierba sagrada que cura las úlceras… y que recuerda el entrañable amor del bravo Cacique Loncopán y de Pilmaiquén, la enamorada esposa que diera su vida y sus fuerzas para que Loncopán sanara el terrible mal que lo llevaba a la muerte…

O la leyenda de la mutisia, o la leyenda del pehuén… ¡Y de tantas otras leyendas y mitos!

Los indios de las tierras patagónicas saben que un mismo hilo sagrado une a Ngen Lemú, a los árboles sagrados, las plantas mágicas o diabólicas, o las hierbas medicinales o alucinógenas y a la flora de leyendas y tradiciones… Y lo preservan y lo respetan, enseñando a sus descendientes hacerlo también. Porque en el más austral rincón del planeta la llama divina no se apagado…

Quizás se deba a que las culturas aborígenes no han echado al olvido la única gran verdad, el misterio de los misterios: la Vida. Y la celebran…

Fuente
Una Vieja Leyenda
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2011/02/uamenk-el-chaman.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2011/01/el-camaruco.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/05/los-caballos-blancos.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/08/el-pehuen.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/08/nquilli.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2008/08/trentrn-y-caicai.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/04/nanculahuen.html