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LA TIJERETA




Sucedió hace muchísimos años. Tupá había decidido que las almas de los que morían y que debían llegar al cielo, lo hicieran volando con unas alitas que Él enviaba a la tierra por medio de sus emisarios.

Claro que para los mortales esas alitas eran invisibles. Una vez que el alma llegaba al ibaga, Tupá destinaba esa alma a un ave que Él creaba con tal objeto, de acuerdo a las características que hubiera tenido en vida la persona a quien pertenecía.

En un pueblito guaraní vivía Eíra con su madre. Ésta, que había quedado imposibilitada, dependía para todo de su hija, que a su vez se dedicaba a atenderla y cuidarla, ganándose la vida con su trabajo.

Eíra era costurera, y para tener a mano la yetapá que tantas veces necesitaba, la llevaba colgada a la cintura, sobre su blanco delantal, por medio de un cordón oscuro. Muy trabajadora y diligente, a Eíra nunca le faltaban vestidos para confeccionar, de manera que era muy común verla con tela y tijera, cortando nuevos trabajos. Se hubiera dicho que la tijera formaba parte de ella misma.

Por la mañana, al levantarse y luego de haberse vestido, lo primero que hacía era atarla a su cintura teniéndola pronta para usarla en cualquier momento.

Viejecita y enferma como estaba, y a pesar de los cuidados que le prodigara, la madre de la laboriosa Eíra murió una noche de invierno, cuando el frío era muy intenso y el viento soplaba con fuerza. Grande fue la pena de esta hija buena, dedicada siempre y únicamente a su madre y a su trabajo. Desde ese momento quedó sólo con su tarea, a la que se entregó con más ahínco que nunca tratando de distraerse, porque su pena era muy intensa y la desgracia sufrida la había abatido de tal forma que perdió el deseo de vivir.

La tijera así suspendida acompañaba el ritmo de su paso y brillaba el reflejo de la luz, cuando la costurera se movía de un lugar a otro. No mucho tiempo después de la muerte de su madre, la dulce y sufrida costurera enfermó de tristeza y de dolor, tan gravemente que no fue posible salvarla. Eíra había sido siempre buena, excelente hija y laboriosa y diligente en sus tareas, por lo que Tupá llevó su anga al cielo. Allí creó para albergarla un pájaro de plumaje negro, con la garganta, el pecho y el vientre blancos. Omitió los matices alegres y brillantes considerando que su vida había sido humilde, opaca y oscura, aunque llena de bondad y sacrificio. Cuando Tupá hubo terminado su obra, Eíra se miró y miró a Tupá como intentando pedirle algo. El Dios bueno, que conoció su intención, dijo para animarla:

-¿Qué deseas, Eíra? ¿Qué quieres pedirme?

Conociendo la amplia bondad de Tupá, comenzó humilde y avergonzada a pedir... ¡ella que jamás había pedido nada!

-Tupá... Dios bueno que complaces a los que te aman y respetan... yo desearía...

-¿Qué es lo que quisieras, Eíra?

-Tú sabes que durante toda mi vida sólo al trabajo me dediqué y quisiera tener un recuerdo de lo que me ayudó a vivir...

-Dime, entonces... ¿qué es lo que deseas?

-Yo desearía tener una tijerita que me recordara la que tanto usé en mi vida en la tierra y que contribuyó a que sostuviera a mi madre...

Encontró Tupá muy de su agrado el pedido de la muchacha, por la intención que lo inspiraba, y tomando las plumas laterales de la cola las estiró hasta dar a la misma la apariencia de una yetapá, como lo deseara la costurera, otorgándole, además, la propiedad de abrirla y cerrarla a su voluntad, tal como hiciera durante tanto tiempo con la de metal con que cortara las telas.

Por la semejanza, precisamente, que tiene la cola de esta ave con la tijera, la llamamos tijereta.


Fuente:
http://leyendasdeamerica.blogspot.com

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blogs.clarin.com

http://compartiendoculturas.blogspot.com/2009/06/la-azucena-del-bosque.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/05/el-dorado-y-el-sol.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/07/yaha-yaha.html
http://compartiendoculturas.blogspot.com/2010/02/caa-yara-y-caa-yari-protectores-de-la.html

ANU



ANU (An, Ann): dios del cielo. De hecho, "an" significa precisamente cielo en sumerio.

An (Anu) El rey de los dioses, cabeza de familia. Dios del paraíso y de la tierra. Dios del firmamento estrellado, el espíritu monarca de la esfera superior. Su símbolo era una estrella.

De acuerdo con la tradición sumeria, vivía en el Paraíso y hacía visitas a la tierra en épocas de crisis o en ceremoniales.

Tenía su templo en Uruk llamado E.ANNA (la casa de AN).

De su unión con Nannu tuvo a Enki, y de su unión con Ki tuvo a Enlil.

Relacionado con el dios asirio Asur o el dios filisteo Dagon. Se representa con un disco alado, que emerge de un busto humano con una taira real, doble cornamenta y cola de águila, en el acto de tensar un arco para lanzar una flecha.

Sus hijos y seguidores fueron los Anunnaki o Annuna.

Junto con Enki y Enlil forma la llamada "Tríada Sumeria" de dioses principales. Se supone que en un principio (antes de 2500 a.C.) era el dios principal, para luego ser sustituido por Enlil en este papel. Pese a esto, siempre tuvo un papel preponderante en todos los panteones como demiurgo o dios original del Universo.

Astronómicamente, estaba asociado con el "Camino o Sendero de An", región de la bóveda celeste coincidente con el Ecuador.

Posteriormente se definiría dicha región como el espacio entre los dos trópicos. Tenía asociado el número 60, cifra sagrada para los sumerios. Su ideograma en caracteres cuneiformes también servía para describir la palabra "dios", dingir en sumerio

Fuente:
Zecharia Sitchin
Imagen
http://luis-tejeiro.blogspot.com

LA EPOPEYA DE ERRA



Lamassu's at Persepolis



La epopeya empieza con la fórmula que se encuentra también en la Epopeya de Anzu: "Canto acerca del hijo del rey de todas las tierras pobladas...", un prólogo dirigido a Erra e Ishum.

Erra, "guerrero de los dioses, estaba inquieto en casa", instándole su corazón a hacer la guerra.

Erra (también conocido como Nergal) es el dios de la peste y señor de los infiernos. Tal era su reputación que en las tablillas de arcilla en forma de amuletos aparecían textos de la epopeya que se colgaban sobre los muros de las casas para evitar las enfermedades y proteger a sus moradores.

A pesar de su temperamento guerrero, Erra está preso de la fatiga y no es capaz de ponerse en acción. Les dice a sus armas "¡que sigan en el armario!". Pero estas armas -de las cuales los Sebitti, siete guerreros que marchan a su lado, son las de mayor importancia- lo hacen ponerse a la labor:

"¿Por qué permaneces en la ciudad como un débil anciano?
¿Cómo puedes estar en casa como un crío que cecea?
¿Vamos a comer el pan de las mujeres, como quien nunca ha ido al campo de batalla?
¡Ir a la batalla es tan bueno como lo es para los jóvenes una fiesta!"
Se quejan de que pronto no servirán para ir a la guerra:
"¡Y nosotros, que conocemos los pasos de montaña, ya casi hemos olvidado el camino!
Los vientres de las arañas han tejido sobre nuestra panoplia militar,
nuestros fieles arcos se han rebelado y vuelto demasiado duros para nuestra fuerza.
Las puntas afiladas de nuestras flechas se han vuelto romas.
Nuestras espadas están corroídas por el cardenillo por falta de carne."

Erra el guerrero se anima con sus palabras cuando lo halagan llamándole "el mejor óleo". Le dice a su visir Ishum que encabece la marche. Ishum hace un gesto de disconformidad, pero Erra está decidido, y se propone enfrentarse a Marduk.

Al entrar en Esagila, el templo de Marduk en Babilonia, le espeta a éste que sus adornos están sucios y su corona deslucida. Este es un ardid para irritar a Marduk.

Marduk explica que los artesanos que necesita para que le den a sus insignias su primitivo lustre están ahora en el reino de las aguas dulces bajo la tierra y que no podrán regresar.

Erra lo convence de que baje junto de ellos, prometiendo que en el ínterin gobernará y tendrá bajo su control la tierra y el cielo. Marduk, entonces, parte.

A lamassu from Khorsabad (Louvre)


En ausencia de Marduk, Erra trama devastar Babilonia, haciendo de sus ciudades un desierto, profanando sus santuarios sagrados, dejando en ruinas sus palacios reales, y sembrando conflictos entre familias.

Ishum interviene y en dos ocasiones intenta, en vano, hacer que Erra cambie de idea. En su tercer intento describe apasionadamente el efecto perverso de la asolación de Babilonia.

"El que desconoce las armas desenvaina su espada,
el que desconoce la batalla hace la guerra,
el que desconoce las alas vuela como un pájaro, el débil protege al que tiene fuerza,
el gordo sobrepasa al corredor."

Ishum informa de que el propio Marduk ha gritado "¡oh!", sobrecogiéndosele el corazón. Por toda Babilonia, en Sippar, Uruk y Der, la gente está en guerra y el país asolado.

Concluye:

"Oh, guerrero Erra, has puesto al justo ante la muerte,
has puesto al injusto ante la muerte.
Has puesto ante la muerte al hombre que te había ofendido,
has puesto ante la muerte al hombre que no te había ofendido,
has puesto ante la muerte al en que hacía ofrendas taklimu puntualmente,
has puesto ante la muerte al cortesano que servía al rey,
has puesto ante la muerte a los ancianos del pórtico,
has puesto ante la muerte a las muchachas en sus habitaciones,
sin embargo, no descansas..."

Erra está desafiante y se dirige a todos los dioses:

"¡Callaos todos y escuchad lo que tengo que decir!
¿Qué si pretendía el daño que acabo de hacer?
¡Cuando estoy furioso devasto al pueblo!"

Ishum lo tranquiliza:

"¡Guerrero, cálmate y escucha mis palabras!

¿Qué tal si fueras ahora a descansar y nos ocupáramos de ti?

¡Todos sabemos que no hay quien pueda hacerte frente en un día de ira!"

Apaciguado, Erra se retira a su templo en Kutha.

Ishum reúne a la gente dispersa de Acad, profetizándoles la victoria y la prosperidad y un momento en el que mirarán hacia atrás y recordarán la destrucción que se abatió sobre ellos.

"Durante innumerables años se cantarán las alabanzas del gran señor Nergal y del guerrero Ishum; cómo Erra se enfadó y se enfrentó con los países victoriosos y destruyó a los pueblos, pero su consejero Ishum lo apaciguó de forma que dejó un remanente"

Y Erra concluye:

"¡Que este canto se mantenga por siempre, que dure por la eternidad!
¡Que todas las naciones lo escuchen y alaben mi valor!
¡Que los pueblos vean y magnifiquen mi nombre!"

Extraído de: "Mitos mesopotámicos" de Henrietta McCall
Fotografías:
(1) Lamassu's at Persepolis
(2) A lamassu from Khorsabad (Louvre)
http://toranosisen.blogspot.com/2010/02/la-epopeya-de-erra.html

POEMA DE GILGAMESH (fragmento)

Figura de Gilgamesh del palacio de Sargon II
(Museo del Louvre).


El poema de Gilgamesh corresponde a un mito sumerio elaborado en torno a la figura de un personaje, Gilgamesh de Uruk, convertido en leyenda, pero cuya historicidad es objeto de debate. Su nombre aparece en la lista real sumeria, como rey de la ciudad de Uruk (ca. 2700), en un episodio de rivalidad entre Uruk y Kish, en el marco de los conflictos entre ciudades que caracterizan al período proto-dinástico.

El texto sumerio original se conoce por una serie de tablillas halladas en Nippur y otras ciudades de la Baja Mesopotamia. Con el tiempo, el ciclo épico en torno al personaje se complicó, añadiendo otros episodios que no estaban en el original. También entre los asirios se copió y se completó el poema hasta época de Assurbanipal. El resultado fue una historia en la que el personaje vive diferentes episodios, algunos de ellos muy tardíos: Gilgamesh y Agga de Kish, Gilgamesh y el País de la Vida, La muerte de Humbaba (guardián del Bosque de los Cedros), Enkidu y los infiernos. El episodio del encuentro de Gilgamesh con el héroe del diluvio es un añadido posterior de un mito diferente en origen. (Pilar González-Conde).

Columna VI del texto babilónico.

Las lágrimas corren por la cara de Gilgamesh
(al tiempo que dice):
—« (Voy a recorrer) un camino
por el que nunca he andado.
(Voy a emprender un viaje)
desconocido para mí.
(...) Debiera estar contento,
con el corazón gozoso (...).
(Si triunfo te haré sentar en) un trono.»
Ellos le trajeron su armadura,
(...) poderosas espadas,
el arco y el carcaj,
y se lo pusieron en sus manos.
Él cogió las azuelas,
(...) su temblor,
(el arco) de Anshan;
puso la espada en su cinturón.
Podían comenzar el viaje.
La plebe se apiñaba cerca de Gilgamesh:
(—« ¿Cuánto tiempo estarás ausente de Uruk?)
¡Que puedas regresar pronto a la ciudad!»
Los ancianos le rindieron homenaje
y le dan consejos sobre el viaje:
—«No confíes, Gilgamesh, únicamente en tu fuerza;
marcha con ojo alerta ¡Ten cuidado!
Que Enkidu vaya delante de ti,
pues conoce la ruta, ha recorrido el camino
hasta el desfiladero del bosque de Huwawa.
El que va delante puede proteger a su compañero.
Prepara su viaje y sálvate así con su ayuda.
¡Que Shamash te de la victoria,
que tus ojos puedan ver
lo que tu boca ha anunciado!
Que ante ti el sendero sea llano,
que el camino se abra para que puedas pasar
y que la montaña se abra, también, a tu paso.
¡Que el dios Lugalbanda
durante la noche diga la palabra que te alegre!
¡Que no se aleje de ti, para que tu deseo se cumpla!
¡Que él restablezca tu fama como la de un joven héroe!
Después que haya muerto Huwawa, acción en la que te vas a esforzar,
¡lávate tus pies!
En tus horas de reposo nocturno, cava un pozo
para que puedas tener agua pura en tu odre.
Ofrece en honor de Shamash libaciones de agua fresca.
¡Que el dios Lugalbanda pueda guardarte tus intenciones!»
Enkidu abrió la boca y dijo a Gilgamesh:
—«Ya que has resuelto batirte, ponte en camino.
Que tu corazón no se asuste; ten confianza en mí.
Confía y sígueme, pues conozco la morada
y también los lugares que frecuenta Huwawa.»
(...)
Cuando los ancianos oyeron estas palabras
dejaron partir afuera al héroe, a su camino:
—«Ve, Gilgamesh, ojalá (...)
¡Ojalá los dioses caminen a tu lado!»


Versión de Federico Lara Peinado, El poema de Gilgamesh,
Editora Nacional, Madrid, 1980, pp. 148-149.

http://bib.cervantesvirtual.com/portal/antigua/mesopotamia_textos.shtml

Imagen
Wikipedia